Intentamos realizar este trabajo desarrollado tal y como lo
entendía Mike Boxhall siendo resultado de 89 años de su extraordinaria vida.
Como el mismo solía decir, los primeros 40 años se dedicó a crear el caos en
sus diferentes formas y a continuación hizo un compost de todo ello del cual
finalmente ha salido una flor muy bella — La Enseñanza, una fusión de una
experiencia de vida encarnada, profundos conocimientos de la naturaleza humana,
filosofía taoísta, exploración de los últimos avances de la ciencia moderna ,
psicología junguiana, tradición mística del linaje osteopático, extensa práctica
clínica y medio siglo dedicado a trabajo con los grupos de exploración que
incluían a osteópatas, médicos, abogados, bailarines, terapeutas de distintas
ramas, psicólogos, profesores y todas aquellas personas que se sentían atraídas
por un trabajo que no se enfocaba tanto en convertirlos en profesionales
perfectos, sino más bien en personas más completas. Esta flor – Presencia en la
Quietud – ha sido generosamente compartida con su entorno, sus amigos y alumnos
en diferentes países y lugares, tomando forma de un viaje común hacia un nivel
donde no existe la patología. La aproximación a este nivel nos invita expandir
nuestras habilidades para escuchar a través del contacto corporal y con una
apertura cada vez mayor la historia contenida en la fusión del cuerpo, mente y
espíritu. Un nivel donde se encuentra el tesoro llamado Paz que no puede ser
expresada con las palabras.
A menudo la gente que nunca le ha conocido a Mike dice que
le siente muy cerca. Así es. Somos eternos mientras alguien nos ama, mientas
alguien nos lleva en su corazón. Finalmente todo es cuestión de amor. Seguimos
caminando todos juntos, aunque Mike se fue un poco más allá de lo que pueden
ver nuestros ojos.
La magia de la vida se expresa a través del movimiento en
cuyo corazón está la Quietud. No es necesario que hagamos algún esfuerzo para
encontrarla. Más bien se trata de soltar nuestra búsqueda o esfuerzo de
alcanzarla, para que se revele en este espacio no condicionado por nuestra
expectativa. Es aquel lugar donde estamos libres y podemos «ver lo que sea sin
convertirse en ello» y desde cual podemos entrar en una práctica compartida con
el otro sin ningún tipo de demanda, a veces — por primera vez en nuestras
vidas. Solo desde este lugar proactivo dinámico del presente aquietado algo
nuevo puede ser creado. Este estado nos da una oportunidad de ver y soltar
nuestra dependencia o lucha con los hábitos y así poder Ver con una frescura
absoluta aquello que siempre estaba allí…
EL TRABAJO
El Trabajo es estar Presente en la Quietud, en este centro
de nuestro verdadero yo, este espacio libre desde cual se despliega el milagro
de la vida, este estado de ser donde uno simplemente es testigo de lo que está
emergiendo sea cual sea la forma que esté tomando el proceso, sin juicios, sin
expectativas, sin análisis.
El Trabajo es dejar que el «el Trabajo haga el trabajo», es
confiar en la Inteligencia, rendir, al menos temporalmente, nuestras ganas y necesidad
de arreglar al otro, de saber que está ocurriendo y de qué manera podríamos
mejorar la situación.
El Trabajo es Escuchar tan plenamente como uno puede.
Escuchar al otro y escuchar a uno mismo. Escuchar no desde el intelecto, no
desde la dinámica masculina en la cual estamos estancados en casi todos
aspectos de nuestras vidas. No escuchar para dar consejo, medicina, técnica o
modelo terapéutico, sino desde corazón y sin ningún tipo de pretensión de
cambio, esfuerzo de mejorar o curar algo. Escuchar y sostener
incondicionalmente, sea cual sea el despliegue de la historia que se vierte
ante nuestra presencia aquietada.
El Trabajo no es de acumular los conocimientos sino estar en
la vanguardia dinámica de los avances de las ciencias más modernas que exploran
las interacciones del cuerpo, mente y psique con el entorno, con el modo de
vida que llevamos; las ciencias que están descubriendo un inmenso potencial del
cambio y expansión expresiva contenidos en nuestras bases genéticas que nos
permiten ser creadores de nuestra realidad en vez de ser víctimas de nuestro
bagaje hereditario. La misma pasión nos mueve a todos, seamos un científico o
no — es la pasión por La Verdad.
El Trabajo es tener el coraje para sentirse inseguro,
frágil, porque solo desde el lugar de esta máxima vulnerabilidad podemos
explorar lo que somos más allá de lo que creemos ser. Es un viaje hacia «la
tierra incógnita» y no podemos hacerlo pretendiendo seguir en la tierra firme y
bien conocida.
El Trabajo es ver, reconocer, ser consciente del lugar desde
donde vivimos, hablamos, tocamos, relacionamos con nosotros mismos y con la
otra persona.
El Trabajo es «ser normal, ser tú mismo», sin intentar de
convertirse en otra persona más inteligente, iluminada, serena, humilde, mejor
o lo que sea... Es trabajo es aún más difícil a veces — es aceptarnos tal y
como somos, compasivamente, abiertamente, delicadamente, conscientemente. No se
trata de ser perfecto sino de estar «despierto».
El Trabajo es La Practica Compartida. Es compartirnos con
los demás, compartir el Viaje, El Camino, momentos de dudas, momentos de la
iluminación, risas y lágrimas. Es compartir lo que somos y como somos en cada
momento. Es mostrarse.
El Trabajo es honrar a nuestros Maestros. Viven en nosotros.
Nuestra relación con ellos es tan eterna como la propia Creación. Han encendido
el fuego en nuestros corazones que nos mantiene de pie en los momentos de
tormenta y nos hace volar entre los soles del Universo.
El Trabajo es El Compromiso. Es el Camino que se apodera de
uno de una manera irrevocable. Nos elige y aceptamos ser Sus Peregrinos.
El Trabajo no puede ser nombrado, entendido o explicado. No
podemos hacerlo, pero podemos encarnarlo convirtiéndose en él. No es Hacer sino
Ser.
El Trabajo es Todopoderoso, Bello y Simple y sin embargo…te
necesita.
El Trabajo vive en tu corazón.
Tu eres Su Centro.
Vivimos en la época de la confluencia entre las tradiciones
y sabiduría milenarias y los descubrimientos e investigaciones de la ciencia
moderna. El corazón ya empieza a ser pieza esencial para ambas. El Intelecto
está en el Cerebro, pero La Sabiduría está en el Corazón. Se complementan uno
al otro y necesitamos a ambos, sin duda. Sin embargo, durante varios siglos
toda la prioridad se ha dado al intelecto. El principio masculino estaba
dominando y el femenino – suprimido. El análisis, el diagnostico, el
tratamiento y el pronóstico — son principios masculinos realmente muy útiles en
muchos niveles del trabajo. Pero tal vez podemos reconocer que, al avanzar
durante décadas en una dirección, nos hizo perder de vista la otra parte. Hemos
profundizado mucho en entender y hacer y hemos olvidado como escuchar. La
esencia de la escucha no está en el intelecto sino en el corazón. Cuando perdemos
la conexión con La Sabiduría y simplemente somos incompletos.
Las dos grandes necesidades del ser humano a nivel emocional
son ser escuchado y ser sostenido. Son dos pilares fundamentales que permiten a
nuestro cuerpo digerir eficazmente el flujo permanente de las experiencias de
vida de todo tipo con las cuales nos encontramos. Esto también crea unas
condiciones óptimas para el funcionamiento de nuestro sistema inmune – nuestro
guardián. Cuando nos sentimos escuchados, recibidos, sostenidos de manera
incondicional somos capaces de explorar las experiencias no-digeridas a nivel “más
profundo “de lo habitual. La mayor parte
de la vida pasamos reaccionando a los traumas acumulados que a menudo han
“entrado” en nuestro sistema en las etapas pre-cognitivas, pre-verbales, antes
de que se han desarrollado nuestras capacidades de conceptualizar y razonar
sobre lo que está sucediendo y permitir a nuestro sistema que lo “digiera”.
Estas experiencias o traumas sensoriales simplemente “están allí, dentro” y
nuestra percepción sobre nosotros mismos y sobre quienes somos tiende a basarse
en gran medida en ellas. La transmutación de los traumas de cualquier tipo solo
puede ocurrir en el presente. Y aunque las investigaciones científicas
demuestran que casi 98% del tiempo no estamos presentes, afortunadamente
nuestro cuerpo siempre está «aquí» – es este hilo de Ariadna que nos conecta
con nuestra esencia y nos permite salir del laberinto de experiencias
traumáticas. En vez de arreglar este hilo podemos explorar que ocurre si
decidimos seguirlo sin pretender entender a donde nos lleva. Tal vez podemos
permitir que todo el trabajo sea hecho por el cuerpo que no es otra cosa que la
Inteligencia encarnada.
Si como terapeutas trabajamos con otras personas y entramos
en contacto profundo con ellas y con sus cuerpos, nuestra primera responsabilidad
es estar encarnados, presentes en nuestros propios. Es especialmente importante
cuando se trata de un viaje tomado por dos personas o un grupo de ellas a un
nivel donde no existe la patología. No se trata de una manera especial o
técnica de hacer las cosas, sino de una manera de ser. Y esto podía ser
extrapolado más allá de nuestra práctica clínica – a nuestra vida diaria, las
relaciones interpersonales, la crianza de los hijos etc.
Este trabajo no es algo limitado a un grupo exclusivo de
terapeutas, sea la que sea su práctica.
Lo fundamental es el lugar en uno mismo desde cual éste entra en
contacto con otra persona. Por lo tanto, la modalidad terapéutica deja de ser
un factor determinante, sino es simplemente aquel “marco de unas condiciones”
en las cuales podemos explorar un nivel de relaciones más profundas. Es una
exploración y transición desde nuestro conocimiento limitado hacia una
revelación infinita. El potencial del trabajo biodinámico no está en lo que
sabemos o hacemos, sino en lo que somos. Ser tú, plenamente tú, infinitamente
tú, simplemente tú.