Las dos grandes necesidades del ser humano a nivel emocional
son ser escuchado y ser sostenido. Son dos pilares fundamentales que permiten a
nuestro cuerpo digerir eficazmente el flujo permanente de las experiencias de
vida de todo tipo con las cuales nos encontramos. Esto también crea unas
condiciones óptimas para el funcionamiento de nuestro sistema inmune – nuestro
guardián. Cuando nos sentimos escuchados, recibidos, sostenidos de manera
incondicional somos capaces de explorar las experiencias no-digeridas a nivel “más
profundo “de lo habitual. La mayor parte
de la vida pasamos reaccionando a los traumas acumulados que a menudo han
“entrado” en nuestro sistema en las etapas pre-cognitivas, pre-verbales, antes
de que se han desarrollado nuestras capacidades de conceptualizar y razonar
sobre lo que está sucediendo y permitir a nuestro sistema que lo “digiera”.
Estas experiencias o traumas sensoriales simplemente “están allí, dentro” y
nuestra percepción sobre nosotros mismos y sobre quienes somos tiende a basarse
en gran medida en ellas. La transmutación de los traumas de cualquier tipo solo
puede ocurrir en el presente. Y aunque las investigaciones científicas
demuestran que casi 98% del tiempo no estamos presentes, afortunadamente
nuestro cuerpo siempre está «aquí» – es este hilo de Ariadna que nos conecta
con nuestra esencia y nos permite salir del laberinto de experiencias
traumáticas. En vez de arreglar este hilo podemos explorar que ocurre si
decidimos seguirlo sin pretender entender a donde nos lleva. Tal vez podemos
permitir que todo el trabajo sea hecho por el cuerpo que no es otra cosa que la
Inteligencia encarnada.

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